El fin de la clase media

Los ingleses tienen un sistema bastante eficiente, aunque no infalible, para identificar a las clases medias. Pertenecen a ellas quienes utilizan una palabra tan cursi como toilet. La aristocracia, de sangre o dinero, y el proletariado, la gente que sabe quién es y dónde está, dicen loo, traducible como retrete. No es fácil definir esa franja social que tiende a soñar por delegación (trabaja pensando en el mañana, en los hijos y los nietos) y sufre en secreto por su fragilidad. Las clases medias exigen estabilidad, porque sus proyectos se basan en ella, pero también progreso, porque sin él se extinguen sus sueños. Son la gente que vive día a día y, sin embargo, piensa a largo plazo. La historia occidental de los últimos dos siglos se ha construido sobre las clases medias.

Cuando se las convence de que pueden vivir como las clases altas, cuando se las empuja a endeudarse y a olvidar que son congénitamente débiles (como el proletariado, habitan un mundo cuyos dueños son otros), se asoman a la extinción.

Eso ha ocurrido en la sociedad y, yendo al detalle, en la industria del fútbol español. Hubo un tiempo, no hace mucho, en que los clubes mesocráticos disponían de recursos no muy inferiores a los de la clase alta y podían, de vez en cuando, imponerse a ella. Atlético de Madrid, Valencia, Sevilla, Athletic, Depor, Real y unos cuantos más constituían la pared maestra del sistema. Ya no. Ya no pueden aspirar a grandes cosas y, en cambio, pueden verse engullidos por la ruina o el descenso en cualquier mal paso.

El Atleti, dirán, va bastante bien y se ha convertido en héroe de los desposeídos. Eso es cierto, tan cierto como que Simeone hace un gran trabajo y sus hombres saben jugar y luchar. Pero sólo pueden estar donde están, sumando títulos (no los principales títulos) y compitiendo por ganar la Liga (aunque todos sospechemos que no les alcanzará para tanto), porque desde su regreso a Primera se han convertido en un gran criadero de purasangres destinados a los señoritos. La racha de delanteros es sensacional: Torres, Forlán, Agüero, Falcao y ahora Costa. Añadamos a un portero, De Gea. Todos, menos de momento Diego Costa, han sido vendidos a clubes ricos con importantes beneficios para la institución rojiblanca, acertadamente reinvertidos en nuevos cachorros. ¿Cuánto durará Costa? Lo que tarde en llegar una de esas ofertas que no pueden rechazarse. ¿Cuánto durará la racha del criadero? No será eterna, como no lo fue la del Sevilla.

Tradicionalmente, las clases medias, en su sentido más general y civil, han tenido la misión de trabajar, ahorrar y empujar a sus hijos, facilitándoles formación y títulos, hacia un peldaño un poco más alto. El trabajo se ha convertido en paro o precariedad, el ahorro se ha transformado en deuda y los hijos con estudios y talento procuran largarse al extranjero. Trasladen todo eso al fútbol. ¿Cantera? Sí, se puede disponer de escuelas de futbolistas, pero sólo sirven, en el mejor de los casos, para cuadrar las cuentas, no para formar un equipo ganador. Cuando sale una perla, se la queda el señorito. Ya se ha dicho muchas veces: el fútbol nos gusta porque es una metáfora de la vida.